domingo, 2 de febrero de 2020

Carta al sacerdote laico Nakaoki


Aprendamos de los escritos de Nichiren Daishonin. La enseñanza para lograr la victoria
Disertaciones de estudio del presidente Ikeda.
Carta al sacerdote laico Nakaoki

Estamos viviendo un período de grandes cambios y transiciones. Se están cuestionando las normas y valores preexistentes en la sociedad moderna, ante la necesidad de postular nuevas perspectivas y enfoques. ¿Pero sobre qué bases deberíamos apoyarnos? El budismo de Nichiren Daishonin afirma claramente que los cimientos deben ser el respeto sagrado a la vida y a la dignidad del ser humano.
En cualquier época, la forma de modificar profunda y esencialmente el caos y la confusión que agitan la sociedad humana es cultivar la sabiduría y la fortaleza de los seres humanos para que estos puedan construir una vida de felicidad y de victoria. La clave para hacerlo posible yace en la revitalización espiritual de los individuos. En el pensamiento y en la vida del Daishonin encontramos una filosofía y un curso de acción de enorme esperanza que se traducen en esta clase de revitalización.

Nichiren Daishonin escribió esta carta el 30 de noviembre de 1279, mientras se encontraba viviendo en el monte Minobu. La dirigió a dos de sus seguidores, residentes de la isla de Sado: el joven sacerdote laico Nakaoki y su esposa. El Daishonin reconocía una enorme deuda de gratitud con el padre de Nakaoki, el fallecido sacerdote laico Nakaoki no Jiro, quien le había ofrecido ayuda y apoyo durante su exilio en la isla (desde octubre de 1271 hasta marzo de 1274)

Texto del Gosho
Ahora bien, por mi parte (Nichiren), no vivo en la capital, centro del país, ni tampoco es mi padre un general de frontera. Soy hijo de un plebeyo de una provincia alejada. [...]   No obstante, en estos veintisiete años, desde el vigésimo octavo día del cuarto mes, en el quinto año de Kencho (1253), hasta ahora, undécimo mes del segundo año de Koan (1279), ni una sola vez he retrocedido; por el contrario, dije lo que debía con mayor tenacidad [para refutar los errores en el mundo del budismo], como crece la luna o sube la marea. Al comienzo, cuando yo era el único que entonaba el daimoku [Nam Miojo Rengue Kio], aquellos que me veían, me escuchaban o se encontraban conmigo optaban por cubrirse los oídos, me lanzaban miradas furibundas, crispaban los labios, cerraban los puños y apretaban los dientes. Hasta mis padres, hermanos, maestros y amigos, en esta instancia, se me opusieron. [...] Sin embargo, aunque en la isla [de Sado] había muchos que me odiaban, fui protegido por el Sutra del Loto y por las diez demonios, e incluso por las deidades celestiales, conscientes de mi inocencia. Pues en ese lugar conocí a un sacerdote laico llamado Nakaoki no Jiro [quien me brindó su amistad]. Este anciano, tan pródigo en años como en sabiduría [social y económicamente], gozaba de buena salud y era respetado por los pobladores locales Y acaso porque dijo de mí: «Este sacerdote no puede ser una persona común», sus hijos no me trataron con especial animosidad. Como la mayoría de los pobladores trabajaban al servicio de la familia Nakaoki, tampoco estos intentaron hacerme daño por las suyas y obedecieron estrictamente las instrucciones del gobierno.
Aunque el agua se enturbie, recupera la transparencia. Aunque la luna se oculte tras las nubes, reaparece sin falta. Del mismo modo, el tiempo demostró mi inocencia y, también, la validez de mis predicciones. Quizá por tal razón, aunque los miembros de la familia Hojo y algunos influyentes señores feudales insistieron en que no se me indultara, por fin mi sentencia de destierro [a Sado] fue revocada por decisión del señor feudal de la provincia de Sagami, y regresé a Kamakura. [...]  Ustedes, por su parte, son el hijo y la nuera del fallecido sacerdote laico Jiro. Acaso por ese vínculo con un hombre tan profundamente sabio, ambos han seguido sus pasos. Además de creer en el Sutra del Loto —que el propio gobernante del país rechaza—, mantienen al devoto del Sutra del Loto, me traen ofrendas cada año y viajan mil ris para verme.
Asimismo, en el decimotercer aniversario del fallecimiento de su pequeña hija, ambos erigieron una tablilla funeraria de un metro ochenta de altura, que llevaba inscritos los siete caracteres de Nam Miojo Rengue Kio. Se dice que cuando sopla el viento del norte y roza [estos siete caracteres] los peces del mar del sur, los libera de sus sufrimientos; y que cuando sopla el viento del este [acariciando estos siete caracteres] los pájaros y venados de las montañas occidentales, estos abandonan el reino de los animales y renacen en el palacio interior del cielo de Tushita.
¡Cuánto mayores, entonces, han de ser los beneficios de los seres humanos que se regocijen ante esa tablilla, la toquen con sus manos o posen sus ojos en ella! Los beneficios derivados de haber consagrado esta tablilla [donde está inscrito el daimoku de Nam Miojo Rengue Kio], creo yo, harán que sus padres fallecidos iluminen el camino hacia la Tierra Pura [del Pico del Águila], como lo harían la luna y el sol desde el firmamento.
Y además, ustedes —el hijo devoto y la nuera— y sus propios hijos vivirán hasta los ciento veinte años en esta existencia y, después de morir, se reencontrarán con sus padres en la tierra pura del Pico del Águila. Sepan que esto es tan cierto como el hecho de que la luna se refleja en el agua cristalina o que el tambor resuena cuando es batido. Si en el futuro quisieran erigir más tablillas, asegúrense de que lleven inscrito el daimoku del Sutra del Loto.

Texto explicación Sensei…




La esencia del Kosen-rufu consiste en expandir lazos humanos positivos
Texto del Gosho…
Ahora bien, por mi parte (Nichiren), no vivo en la capital, centro del país, ni tampoco es mi padre un general de frontera. Soy hijo de un plebeyo de una provincia alejada. [...]    No obstante, en estos veintisiete años, desde el vigésimo octavo día del cuarto mes, en el quinto año de Kencho (1253), hasta ahora, undécimo mes del segundo año de Koan (1279), ni una sola vez he retrocedido; por el contrario, dije lo que debía con mayor tenacidad [para refutar los errores en el mundo del budismo], como crece la luna o sube la marea. Al comienzo, cuando yo era el único que entonaba el daimoku [Nam Miojo Rengue Kio], aquellos que me veían, me escuchaban o se encontraban conmigo optaban por cubrirse los oídos, me lanzaban miradas furibundas, crispaban los labios, cerraban los puños y apretaban los dientes. Hasta mis padres, hermanos, maestros y amigos, en esta instancia, se me opusieron. [...]

Una revolución religiosa iniciada por el “hijo de un plebeyo”
En esta carta, además de elogiar la fe sincera del sacerdote laico Nakaoki y de su esposa, el Daishonin explica sobre el profundo significado que reviste su propia lucha. Para poner de relieve la importancia de esa contienda, comienza describiendo sinópticamente de qué manera se introdujo el budismo en el Japón y ganó aceptación en el pueblo, citando como referencia varios anales históricos de la época.
El Daishonin describe así la situación anterior a la llegada del budismo, no estaban familiarizados con el budismo, que enseña que la vida es eterna, que se extiende a través del pasado, presente y futuro (las tres existencias) y que está gobernada por la ley de causa y efecto. No sabían cómo abordar la cuestión del nacimiento y la muerte.
El Daishonin, entonces, detalla el debate y la resistencia que produjo en los funcionarios y oficiales del gobierno la llegada del budismo al Japón, a mediados del siglo vi. Sin embargo, en ese momento apareció una persona sabía que reconoció el valor de las enseñanzas budistas. Y esa persona fue el príncipe Shotoku, segundo hijo del emperador, a quien se describe en las antiguas crónicas del Japón. Se dice que, sin vacilar, depositó su fe en el buda Sakyamuni, maestro fundacional del budismo, y que recitaba el Sutra del Loto en forma regular. Su ejemplo, nos dice el Daishonin, sirvió para impulsar la propagación del budismo en todo el territorio del país en las épocas posteriores.
En la época de Nichiren Daishonin, a comienzos del Último Día de la Ley, siete siglos después de que el budismo se introdujera en el Japón, esta religión ya se había diseminado a lo largo y a lo ancho del país. Pero, en esa época, también se había fragmentado en diversas escuelas, la más popular de las cuales era la de la Tierra Pura o Nembutsu. El buda Sakyamuni y el Sutra del Loto habían caído en el olvido.  Nichiren Daishonin surgió en este preciso momento de la historia para restaurar el espíritu original del budismo. En esta carta, el Daishonin declara que es “hijo de un plebeyo”, nacido en una remota provincia alejada de la capital.
La única manera de introducir cambios profundos en la sociedad, en una época tan conflictiva como el Último Día de la Ley, es propiciando la transformación interior de las personas que integran dicha sociedad y dicho tiempo. Cuando el Daishonin afirma que es “hijo de un plebeyo”, podemos interpretarlo como la expresión de su ferviente deseo de revitalizar al pueblo, a la gente común, y revivir el espíritu esencial del budismo, a través de ofrecerse como ejemplo de esa revolución humana, y de ese proceso de transformación interior.
En esta carta, escrita en noviembre de 1279, el Daishonin examina retrospectivamente los veintisiete años de lucha que ha venido sosteniendo hasta ese momento, desde que comenzó a entonar Nam Miojo Rengue Kio el 28 de abril de 1253. Advierte que, en los años transcurridos desde entonces, su enseñanza se propagó ampliamente en todo el país, de tal forma que ya “la décima parte de la población japonesa entona Nam Miojo Rengue Kio con exclusividad”.
Cuando el Daishonin señala que una décima parte de la población del Japón estaba recitando Nam Miojo Rengue Kio, podemos suponer que está incluyendo a los que aceptaron la fe en el Sutra del Loto en forma inmediata y a quienes la adoptaron después, pese a su inicial oposición. La poderosa convicción del Daishonin, su esfuerzo permanente y su integridad deslumbrante conmovieron profundamente la vida de los que estaban abiertos a la enseñanza y de quienes tenían una predisposición negativa, y los condujo a formar un lazo con la Ley Mística.

La Ley es propagada por las personas
A continuación, el Daishonin dice al sacerdote laico Nakaoki y a su esposa que él ha luchado infatigablemente por la felicidad del pueblo sin jamás retroceder en su compromiso: “No obstante, en estos veintisiete años [...] ni una sola vez he retrocedido”. Al parecer, el fundador y primer presidente de la Soka Gakkai, Tsunesaburo Makiguchi, consideró estas palabras especialmente destacables y las subrayó en su ejemplar de los escritos del Daishonin.
Es habitual que, en sus cartas y tratados, Nichiren Daishonin describa su contienda; lo hace para esclarecer su función y su papel desde el encuadre del budismo. Se toma la molestia de explicar el significado de esas luchas, creo yo, para que sus seguidores tengan la absoluta convicción de que su enseñanza es correcta y luchen al lado de él con orgullo, y para que puedan desarrollar una fe inamovible y poderosa, capaz de impulsar el Kosen-rufu. Aquí, la esencia de su mensaje es tener el orgullo y la postura valerosa de un devoto del Sutra del Loto.
La Ley o enseñanza es fundamental en el budismo; no es sólo una abstracción que existe en un lugar separado del esfuerzo real o de la práctica concreta. De hecho, sólo cuando los practicantes corporificamos e internalizamos la Ley en nuestro propio ser, esta despliega su poder en forma vibrante en la realidad. Sólo entonces sus funciones místicas incomparables pueden enriquecer la vida y la sociedad. Como señala el Daishonin: “La Ley no se propaga por sí sola; como las personas la difunden, tanto las personas como la Ley son dignas de respeto”.
En su desafío por la propagación, el Daishonin no sólo enseñó la Ley Mística con palabras o de manera teórica; además, puso de manifiesto su poder activamente, con el ejemplo de su propia conducta y de su esfuerzo, como persona que cree en la Ley y la práctica. El budismo de Nichiren Daishonin no existe fuera de la lucha cotidiana por el Kosen-rufu en la vida real. En consecuencia, es importante que practiquemos con la misma postura que el Daishonin, si queremos comprender la esencia de sus enseñanzas.

El mentor corporifica y practica la Ley Mística. Los discípulos, a su vez, se esfuerzan por hacer lo mismo. Siguen el ejemplo y las enseñanzas de su mentor, y continúan emprendiendo acciones personales en pro del Kosen-rufu. Este es el único camino que conduce al avance. La verdadera transmisión del budismo yace en este lazo vivo y vital entre el maestro y sus discípulos.

Texto del gosho
Sin embargo, aunque en la isla [de Sado] había muchos que me odiaban, fui protegido por el Sutra del Loto y por las diez demonios, e incluso por las deidades celestiales, conscientes de mi inocencia. Pues en ese lugar conocí a un sacerdote laico llamado Nakaoki no Jiro [quien me brindó su amistad]. Este anciano, tan pródigo en años como en sabiduría [social y económicamente], gozaba de buena salud y era respetado por los pobladores locales.
Y acaso porque dijo de mí: «Este sacerdote no puede ser una persona común», sus hijos no me trataron con especial animosidad. Como la mayoría de los pobladores trabajaban al servicio de la familia Nakaoki, tampoco estos intentaron hacerme daño por las suyas y obedecieron estrictamente las instrucciones del gobierno. 
Aunque el agua se enturbie, recupera la transparencia. Aunque la luna se oculte tras las nubes, reaparece sin falta.
Del mismo modo, el tiempo demostró mi inocencia y, también, la validez de mis predicciones. Quizá por tal razón, aunque los miembros de la familia Hojo y algunos influyentes señores feudales insistieron en que no se me indultara, por fin mi sentencia de destierro [a Sado] fue revocada por decisión del señor feudal de la provincia de Sagami, y regresé a Kamakura. [...]
El poder transformador de la interacción y la comunicación humanísticas
Los poderosos e influyentes temían los grandes cambios que el Daishonin estaba poniendo en marcha y, por tal motivo, buscaban deshacerse de él. En verdad, los funcionarios del gobierno militar de Kamakura lo enviaron al exilio en Sado con la conciencia de que esto equivalía a una sentencia de muerte.
Estaban seguros de que, allí, se moriría de hambre o sería asesinado por sus enemigos. Ese fue el objetivo cuando se decidió su exilio, dice el Daishonin. Sin embargo, en Sado vivía Nakaoki no Jiro. Este sacerdote laico anciano protegió firmemente al Daishonin en esa isla remota, donde la fe en el Nembutsu se practicaba en forma masiva y las personas trataban al Daishonin con odio y desconfianza.
Nakaoki no Jiro era el mayor de su comunidad, un anciano que ocupaba un lugar de respeto por su personalidad, su posición social y su buen pasar económico. Aunque en Sado muchas personas detestaban al Daishonin, Nakaoki no Jiro dijo: “Este sacerdote no puede ser una persona común”. Y esta sola declaración cambió por completo la respuesta del medio ambiente. Por cierto, esto no fue más que una intervención de las funciones protectoras del universo, manifiestas en la conducta de Nakaoki no Jiro.
Lo que quiero destacar aquí es el humanismo o espíritu humanístico de Nakaoki no Jiro. Ciertamente, el anciano Nakaoki fue alguien influyente en su comunidad, a causa de su edad y del respeto que cosechaba en virtud de sus cualidades como persona. Para mí, algo más impactante que esto incluso es el hecho de que hubiese sentido una simpatía natural e inmediata con Nichiren Daishonin, y que hubiera discernido tan acertadamente su integridad y su temperamento.
Al parecer, el anciano Nakaoki intuitivamente comprendió cuán profundo era el compromiso que llevaba al Daishonin a perseverar por la felicidad y el bienestar del pueblo. Si Nakaoki era un individuo confiable y respetable, tiene que haber podido apreciar en forma cabal la sinceridad y el compromiso incondicional del Daishonin con sus ideales.

La bondad genera bondad
Además de Nakaoki no Jiro, muchos otros pobladores de Sado se convirtieron en seguidores y aliados de Nichiren Daishonin después de haberlo conocido; entre ellos, Abutsu-bo y su esposa, Sennichi, y el sacerdote laico de Ko junto a su esposa, la monja laica.
Durante el exilio anterior que el Daishonin había cumplido en Izu (1261-1264), ocurrió lo mismo, y los residentes locales que conoció durante esta persecución terminaron extendiéndole su amistad. De acuerdo con el principio de que “la naturaleza de Buda se manifiesta desde el interior y genera protección desde el exterior”, la bondad interior del Daishonin se manifestaba en sus acciones, y estas despertaban una respuesta positiva en las personas que tomaban contacto con él, porque suscitaba la propia bondad inherente a cada una de ellas. Aunque el Daishonin procuraba ganar la confianza de las personas que conocía, jamás abandonaba sus convicciones ni transigía en su integridad para conseguir aprobación.
Armado con el poder de la palabra, el Daishonin refutaba abiertamente las enseñanzas autoritarias que oprimían al pueblo y le causaban sufrimiento. Aspiraba a un mundo donde las personas pudieran trabajar juntas por la paz, en bien de los que sufrían: un mundo donde todos se esforzaran juntos con actitud de cooperación mutua y cada uno estimulara las virtudes y aspectos positivos del otro.
En el budismo del Daishonin, el auténtico espíritu de la refutación y el auténtico espíritu de la tolerancia son en verdad dos caras de una misma moneda. La tolerancia que cierra los ojos a la injusticia y a la falta de humanidad es cruel e indiferente. Del mismo modo, la refutación que se lleva a cabo sin respeto al humanismo inherente del contrincante es fanatismo y es arrogarse la posesión de la verdad. Nichiren Daishonin siempre actuó tomando como parámetro la Ley y la felicidad de las personas. Como resultado de ello, en su medio ambiente siempre surgían personas de buen corazón, que simpatizaban con sus propósitos.
Esto también prueba que el humanismo y la personalidad de un individuo conmueven la vida de muchos otros y ejercen impacto en los semejantes. El Kosen-rufu es propagar los lazos de amistad y de confianza. Ampliar los vínculos humanos positivos es la esencia de nuestro esfuerzo por promover el Kosen-rufu.
Desde el punto de vista de nuestra práctica como miembros de la SGI, significa ser sinceros y respetuosos en nuestro trato con los demás y mostrar supremo respeto y estima a los miembros de nuestra familia, amigos y allegados. Respetar y valorar de verdad a cada individuo es la práctica del Sutra del Loto, que expone el principio de la iluminación universal. Es la esencia de la práctica expuesta por el buda Sakyamuni.



Texto del Gosho 
Ustedes, por su parte, son el hijo y la nuera del fallecido sacerdote laico Jiro. Acaso por ese vínculo con un hombre tan profundamente sabio, ambos han seguido sus pasos. Además de creer en el Sutra del Loto —que el propio gobernante del país rechaza—, mantienen al devoto del Sutra del Loto, me traen ofrendas cada año y viajan mil ris para verme.
Asimismo, en el decimotercer aniversario del fallecimiento de su pequeña hija, ambos erigieron una tablilla funeraria de un metro ochenta de altura, que llevaba inscritos los siete caracteres de Nam Miojo Rengue Kio. Se dice que cuando sopla el viento del norte y roza [estos siete caracteres] los peces del mar del sur, los libera de sus sufrimientos; y que cuando sopla el viento del este [acariciando estos siete caracteres] los pájaros y venados de las montañas occidentales, estos abandonan el reino de los animales y renacen en el palacio interior del cielo de Tushita.
¡Cuánto mayores, entonces, han de ser los beneficios de los seres humanos que se regocijen ante esa tablilla, la toquen con sus manos o posen sus ojos en ella! Los beneficios derivados de haber consagrado esta tablilla [donde está inscrito el daimoku de Nam Miojo Rengue Kio], creo yo, harán que sus padres fallecidos iluminen el camino hacia la Tierra Pura [del Pico del Águila], como lo harían la luna y el sol desde el firmamento.
Y además, ustedes —el hijo devoto y la nuera— y sus propios hijos vivirán hasta los ciento veinte años en esta existencia y, después de morir, se reencontrarán con sus padres en la tierra pura del Pico del Águila. Sepan que esto es tan cierto como el hecho de que la luna se refleja en el agua cristalina o que el tambor resuena cuando es batido. Si en el futuro quisieran erigir más tablillas, asegúrense de que lleven inscrito el daimoku del Sutra del Loto.

El poder benéfico de la Ley Mística que garantiza la iluminación de todas las personas
En esta sección, el Daishonin enseña al sacerdote laico Nakaoki y a su esposa —quienes, siguiendo los pasos del difunto Nakaoki no Jiro, practicaban la Ley Mística— que el poder de Nam Miojo Rengue Kio puede beneficiar positivamente tanto esta como las futuras existencias.
El Daishonin también hace notar que la pareja había inscrito los siete ideogramas de Nam Miojo Rengue Kio en una tablilla funeraria de un metro ochenta de altura, en el 13o aniversario de la muerte de su pequeña hija. Aquí, lo que quiere destacar el Daishonin por sobre todas las cosas es el poder benéfico de Nam Miojo Rengue Kio. Esto está subrayado, además, en la conclusión de la carta, donde leemos: “Si en el futuro quisieran erigir más tablillas, asegúrense de que lleven inscrito el daimoku del Sutra del Loto”.
Está hablando sobre el amplio poder benéfico de Nam Miojo Rengue Kio. Asegura a sus dos seguidores que ese poder guiará a los fallecidos por el camino a la Budeidad, pero además asevera que ellos, las personas que ofrendaron el daimoku, podrán vivir hasta los ciento veinte años. Esta última referencia a un lapso de vida de ciento veinte años en verdad es sinónimo de una vida larga, saludable y plena. El propósito fundamental de nuestra práctica y de nuestra fe budista es permitirnos vivir toda nuestra existencia al máximo.
No puede haber existencia más satisfactoria o más plena que practicar la Ley Mística mientras vivamos, construyendo la mejor vida posible...
Nichiren Daishonin señala, también, que mediante los beneficios de la fe en la Ley Mística, el sacerdote laico Nakaoki y su esposa volverán a unirse con sus padres en la tierra pura del Pico del Águila.
Si atesoramos nuestra misión como Bodisatvas de la Tierra y dedicamos la vida al Kosen-rufu, podremos manifestar en esta existencia el estado de la Budeidad y transitar la muerte sin temor, tras lo cual podremos vivir en el estado de Budeidad del universo, que a menudo suele mencionarse en el budismo del Daishonin como la “tierra pura del Pico del Águila”. Esto representa la eterna “morada” de la vida y el eterno reino de los camaradas de la Ley Mística desde el tiempo sin comienzo. Aquí, en la dimensión más profunda de la vida, podemos volver a unirnos con nuestros familiares, seres queridos, amigos y compañeros fallecidos.
La expresión “ir a la tierra pura del Pico del Águila”, sin embargo, no significa viajar a un mundo lejano ultraterreno, como la Tierra Pura de la Perfecta Felicidad situada en el oeste, de la cual habla la escuela Nembutsu. Sencillamente, quiere decir que nuestra vida se fusiona con la Budeidad del universo eterno y atemporal, y que ella entra en un estado de absoluta libertad.
Por propia elección, con esta Budeidad bien afirmada en nuestro interior, podemos renacer junto a nuestro maestro y a nuestros compañeros de fe una vez más, en un mundo atravesado de conflictos, para poder guiar nuevamente a otros seres que sufren y permitirles lograr la iluminación.

Construir una red humanística basada en el genuino respeto a los demás  
Esta carta también retrata el fortalecimiento de los lazos positivos y el lazo de maestro y discípulo compartido entre Nichiren Daishonin y dos generaciones de creyentes de la familia Nakaoki que vivían en la isla de Sado.
Para guiar a las personas a la iluminación en el Último Día de la Ley, resulta indispensable crear relaciones humanas positivas y a la vez profundizar la relación de maestro y discípulo. A través de respetar a los demás, hemos creado una red dedicada al bien, una alianza auténticamente humanista. Su crecimiento ha contribuido tremendamente a despertar la bondad y la humanidad en un sinfín de personas.

Este efecto en cadena, que hace que un individuo inspire positivamente a otro, ayudará a elevar el estado de vida colectivo de la población en su conjunto, contribuirá al mejoramiento de la sociedad, conducirá a la sociedad a la paz y a condiciones más seguras, y en última instancia transformará el destino de toda la humanidad.
La religión debería evolucionar en la misma dirección: debería dejar de ser un sistema de creencias que refuerza la dependencia de los creyentes, para convertirse en una religión que inculque la independencia humana, y, finalmente, que enseñe la contribución o el servicio al bienestar de las personas. Hoy, la humanidad necesita desesperadamente una filosofía que promueva lazos positivos, que fomenten y activen la bondad inherente al ser humano.

La cuestión clave será, de ahora en adelante, preguntarnos si una filosofía nos fortalece espiritualmente o nos debilita, si forja y activa nuestra bondad innata o si despierta nuestros aspectos negativos, si promueve la ignorancia o la sabiduría... Las personas ansían una filosofía humanista y práctica, que les permita vivir mejor. Yo afirmo que una filosofía que se base en el respeto primordial a todos los seres humanos y que forje la unión y la cooperación —tendiendo redes de amor compasivo, valentía y sabiduría— puede crear un valor genuinamente positivo para la humanidad en el siglo xxi.

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